EL VALOR DE EDUCAR
Abstract
Permíteme, querida amiga, que inicie este libro dirigiéndome a ti para rendirte
tributo de admiración y para encomendarte el destino de estas páginas. Te llamo
«amiga» y bien puedes ser desde luego «amigo», pues a todos y cada uno de los
maestros me refiero: pero optar por el femenino en esta ocasión es algo más que hacer
un guiño a lo políticamente correcto. Primero, porque en este país la enseñanza
elemental suele estar mayoritariamente a cargo del sexo femenino (al menos tal es mi
impresión: humillo la cerviz si las estadísticas me desmienten); segundo, por una razón
íntima que queda aclarada suficientemente con la dedicatoria de la obra y que quizá
subyace, como ofrenda de amor, al propósito mismo de escribirla.